El lujo de un jardín invisible
Hace unas semanas, durante la Feria Internacional de la Lectura Yucatán, Filey 2024, tuve el placer de escuchar la charla de Nadia Escalante, en ella, la poeta habló de jardines, árboles, flores y poesía. Nadia comentó que muchos lectores van a las librerías en busca de nuevos libros de poesía, sin embargo, se encuentran con que las ofertas son las de siempre o en todo caso, tan exiguas, que uno tiene la sensación de llegar a una enorme heladería que solo vende helados de coco, fresa y chocolate.
Días después asistí a la charla de Vanessa Rivero, donde la artista presentó su proyecto Terrario Sitpach, un hermoso proyecto Jardín ligado también a las palabras, al cuidado, al tiempo, a la naturaleza imprevista y la fluidez. Cuando la presentación terminó, el artista Saúl Villa, me preguntó cómo me iba con mi nuevo libro, le comenté que tenía la impresión de que a nadie le interesaba mucho un nuevo libro de poesía. Saúl me respondió con una sonrisa: Bienvenida al club.
Salí de la presentación pensando en el hermoso proyecto de Vanessa y en su carácter de jardín secreto, inmerso en una zona suburbana, visto en fotografías o por los artistas que forman parte de él. Me pregunté si muchos de nosotros no hacemos lo mismo, un jardín secreto de palabras, un jardín invisible, un jardín al que unos cuantos tendrán acceso y no porque estos jardines se encuentren cercados por altos muros de piedra, sino porque en las grandes tiendas de libros, en las plazas comerciales, en las redes sociales y en los Tiktoks que dirigen el consumo actual, no existen, son invisibles.
No queda más que ser una red, me parece que Vanessa Rivero con su Terrario lo ha conseguido, nos ha involucrado con las imágenes que comparte desde sus redes, así tenemos imágenes de las flores y los frutos, los pequeños cambios que componen la belleza fugaz y camaleónica de un jardín en construcción. Yo espero pronto ir a verlo, estar ahí.
Por supuesto, somos parte de un mismo club, como diría Saúl Villa, un club en donde el arte no tiene que ver con las grandes ventas y las regalías. Sería ridículo pensar que un poeta escribe para eso, para vender, para ganar dinero. Una vez que uno acepta que es poeta, hace un pacto con el lujo. El lujo ya nunca más será un vestido, una camioneta, una casa. El lujo es escribir, es el tiempo que se le dedica al jardín, es la flor que una mañana abre y atrae a las abejas, el lujo es un collar interminable de días sumándose a otros días de flores y palabras.
Escribo esto, no como protesta en contra de las librerías y sus ya desabridos sabores de coco, chocolate y fresa, sino para no quedarme sola en este nuevo jardín llamado 'Uniformis'. Las puertas están abiertas, los invito a leerlo.
